Por razones de dignidad, majestad de sus cargos y protocolo, es posible que jamás veamos a su Santidad comiéndose un perro caliente, al rey Juan Carlos entrando a un baño, a la reina Isabel en un jacuzzi, al dictador de Libia en pantaloncillos, a Fidel Castro vestido de Papá Noel. Etc. etc.
En caso de Shakira, heroína de estas crónicas, la han visto: En paracaídas, tomando té, jugando tenis, montada en camello, acompañada de cuatro payasos, gemelos etíopes, cargando infantes haitianos, cantando boleros, riéndose, seria, disgustada, cansada, con sombreros, en shorts, de traje largo, corto, sin maquillaje, con sus novios, con sus amigas, nunca fumando, ni peinándose, ni en su avión, ni en un velorio, ni cocinando, ni entrando a un banco.
Todos sus movimientos son calculados, vistos, y hay millones de personas buscando el ángulo, el detalle, lo imprevisto, lo vendible, lo controvertible, lo distinto.
Así es la vida de una estrella de esa magnitud. Hay un documento que poseo que posiblemente sea lo más novedoso que pueden ver de Shakira, y dura 15 minutos:
Bailando salsa con su padre. Apenas tenía 10 años…
Y les confieso: ¡Baila mejor que Piedad Córdoba, el negro Ray,
Watussi, Mandela y Amparo Arrebato!
Mañana: Barranquilla de sus amores.
Después: curiosidades.
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