La imagen no pudo ser más elocuente: el pasado 27 de julio, cientos de miles de seguidores salieron a las calles de Barranquilla a acompañar el féretro del cantante Joe Arroyo. Su cuerpo había salido a las 3:54 p.m. de la Catedral Metropolitana.
Sólo hasta las 10:46 p.m. arribó al cementerio Jardines de la Eternidad acompañado por la muchedumbre, seis kilómetros más allá. Fueron horas intensas de un inusual duelo, todas ellas cargadas de abrazos, recuerdos, licor, música y llanto. Luego, en medio del huracán de gritos histéricos y flashes de cámaras, a las 10:53 p.m., se le dio sepultura al cuerpo del cartagenero.
Entonces comenzó el mito. La muerte de Álvaro José Arroyo (su nombre completo), ocurrida el 26 de julio a las 7:25 a.m., abrió paso a una agitada polémica, arriesgada y desordenada y loca, como toda discusión musical en Colombia.
¿Fue el Joe Arroyo el más influyente y talentoso artista de la música tropical colombiana del Siglo XX? ¿Uno de los más influyentes en la escena musical latinoamericana? ¿Acaso no es el creador de su propio ritmo: el Joeson?
Su legado es innegable para el pueblo colombiano y, aunque en muchos países de Latinoamérica sólo se le conoce en mayor o menor medida, la Academia Latina de la Grabación lo reconocerá con el Latin Grammy a la Excelencia Musical el próximo 9 de noviembre en Las Vegas.
Se trata de un honor especial a la trayectoria, no a un álbum o canción específica, que también recibirán la brasileña Gal Costa, el puertorriqueño José Feliciano, el mexicano Alex Lora, los argentinos de Les Luthiers, el uruguayo Rubén Rada y la estadounidense Linda Ronstadt.
“A Joe no conozco a nadie que no lo haya querido y admirado musicalmente, como persona. Yo soy un fan de su carrera desde hace muchos años”, expresó el presidente de la Academia Latina de la Grabación, Gabriel Abaroa.
“Este año me pude dar el lujo de hablar con él y cuando le dije que le íbamos a dar este reconocimiento el hombre estaba que brincaba de alegría”, relató. “Me decía, ‘Nada más déjenme tocar’. Y le decía, ‘Joe, no puede tocar, porque si lo dejo tocar a usted tienen derecho a tocar todos los demás’. Y entonces me decía, ‘Pues no me dé el premio pero déjeme tocar’. ¡Esa era la fuerza de la música que tenía este hombre!”.
Aquel negro sabroso nació el 1 de noviembre de 1955 en el barrio Nariño de Cartagena, el asentamiento de los palenqueros, herederos de los negros africanos que escaparon del yugo español en tiempos de la colonia.
En el palenque era claro que el Joe tenía un destino marcado: o era un divo tropical, o era un divo tropical. En su piel, rodillas y garganta venía tatuada la designación exquisita de los grandes.
Como todos los gigantes del sabor latino y tropical, expresó desde muy niño su obsesión por el canto y, aún cachorro, soñó con zangolotear el esqueleto en una tarima, saludar al público, recibir aplausos, reír, cantar, bailar, gozar y hacer gozar. A los tres años ya cantaba al lado de su tía mientras hacían los quehaceres de la casa.
“Yo lavaba y tarareaba canciones de moda”, dijo Ayda Cueto, su tía, una de las mujeres que lo crió. “Entonces él, tirado en el suelo, me hacía la segunda voz. Era muy simpático y muy entonado; ahí fue cuando supe que iba a ser cantante”.
Su tío político, Julio César Ortega, comenzó a inscribirlo en concursos de canto de las emisoras locales. “No ganó ni una sola competición porque la ansiedad lo hacía cometer errores”, dijo Ortega. “De hecho, por querer hacer lo imposible, subir y subir, fallaba en afinación”.
Luego, gracias a que una noche faltó un cantante para un toque en un burdel, el púber genial, ya todo un cantador extrovertido de 13 años, se vinculó a la calentura de los prostíbulos de Cartagena -en la zona de tolerancia de Tesca-, y representaba el papel del ‘niño entertainment’. Fue de 1967 a 1968.
“Ahí comenzó a cantar el repertorio de Richie Ray y Bobby Cruz”, dice el pianista Víctor ‘El Nene’ del Real, su amigo de adolescencia, quien lo acompañó a los lupanares. “Prendía a todo el mundo con la candela de su voz, la curiosidad de ser un niño salsero y la presencia de su cuerpo agitado”.
Fue así como el viejo Manuel Villanueva, aquel gran compositor de porros, lo conoció y lo contrató su orquesta para que hiciera parte de los coros. Entonces Alvarito supo lo que era, por primera vez en su vida, la grabación del L.P.: ‘Hasta el amanecé’ (1969).
De allí, con la fe intacta y una voz de tenor, aguda. El quinceañero fue requerido por otra legendaria banda del folclor sabanero, la banda de Rubén Darío Salcedo, El Súper Combo los Diamantes, la misma que hiciera en Colombia la famosa canción ‘La Fiesta en corraleja’.
Fue allá en la ciudad de Sincelejo, donde estuvo entre 1969 y 1970, que le coronaron el apodo de ‘El Joe’. “Yo le puse ese apodo, porque Álvaro José era muy largo y tonto”, dice Salcedo. “Y mira en lo que se convirtió El Joe”. Fue allá dónde la leyenda nació.
Arroyo dejó un legado de 47 discos, algo menos de 400 canciones grabadas y poco más de 100 composiciones, de las cuales 40 alcanzaron los primeros lugares de los listados de la música tropical del Caribe. El Joe fue una fábrica de éxitos que varios países bailaron. Al fin los Grammy Latinos pondrán al colombiano muy en alto.
Le cantan a Shakira
Artistas como Pepe Aguilar, Cristian Castro, Franco De Vita, Alejandra Guzmán, Natalia Jiménez y Vicentico serán los encargados del homenaje a Shakira en Las Vegas, el cual se realizará el 9 de noviembre. En este acto, que se cumplirá en el Centro de Eventos Mandalay Bay, la Academia Latina de la Grabación entregará a la barranquillera la distinción a la Persona del Año por sus contribuciones filantrópicas y logros profesionales.
fuente: El pais
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